Un estilo educativo equilibrado
En un estilo educativo equilibrado se combinan dos elementos – amabilidad y firmeza– que nacen de la importancia del respeto a la hora de establecer relaciones sanas con los peques, tanto en casa como en los diferentes contextos que rodean al niño (colegio, actividades extra escolares…).
La amabilidad implica ser respetuosos tanto con los peques como con nosotros mismos. Por el contrario, ser amable no significa que tengamos que complacerlos en todo aquello que piden, ni tampoco que les protejamos y rescatemos ante situaciones que deben aprender a resolver por ellos mismos, porque en este caso, estaríamos hablando de un exceso de permisividad.
La firmeza y el establecer unos límites claros, vuelve a tener como objetivos ser respetuosos con nosotros mismos, con los niños y con una determinada situación. En ningún caso debemos relacionarla con castigos ni otras formas de control, ya que en este caso estaríamos haciendo alusión a un estilo de educación autoritario.
El momento de establecer límites
Vistas estas diferencias, es importante entender que debemos empezar a establecer límites con los niños desde el momento del nacimiento. De hecho, algunos de estos límites se producen, al principio, de forma natural, cuando la mamá, por ejemplo, después del parto, empieza a ir sola al baño. Otros, se acentúan más a medida que el niño empieza a adquirir más movilidad e independencia, explorando así su entorno más próximo; el hogar.
Imaginemos que nuestro peque, ansioso por explorar y satisfacer su curiosidad por el mundo que le rodea, abre un armario donde se
encuentra el botiquín familiar. ¿Quiénes de nosotros no actuaríamos rápidamente sobre este comportamiento que puede ser peligroso para el niño?
Pocos dudaríamos un instante en cerrar esa puerta y preocuparnos de que no pudiese abrirse con tanta facilidad. Establecer límites es necesario para la seguridad y bienestar de los más pequeños.
Para educar al cerebro los límites son imprescindibles
La corteza prefrontal de nuestro cerebro es la encargada de funciones tan importantes como saber interiorizar las normas sociales, aumentar nuestra tolerancia a la frustración, resolver problemas y trabajar nuestra capacidad de autocontrol. De hecho, el cerebro humano se ocupa (desde mucho tiempo atrás) de perfeccionar esta zona porque mejora nuestras posibilidades de supervivencia y de nuestra vida en sociedad. Al mismo tiempo, es la región más importante de todas para conseguir la felicidad.
Si ninguno de nosotros dejaría de poner límites ante situaciones de peligro a las que puede exponerse un niño, tampoco deberíamos hacerlo en el ámbito educativo.Trabajar la espera, el que algo no salga bien las primeras veces o el respeto por los compañeros, otras personas y el material que les rodea, es de vital importancia para su salud mental, física y emocional.
La capacidad de autocontrol y su relación con el éxito social y académico
La falta de límites, o límites poco claros, confusos o ambivalentes, pueden causar problemas de atención, de comportamiento e incluso de exclusión social y déficit académico.
Los límites ayudarán al niño a desarrollarse intelectual y emocionalmente, a tener una mejor relación consigo mismo, con los demás y con el mundo que le rodea.
Con paciencia y buena comunicación estaremos guiando y ayudando al niño en su proceso de transición a la vida adulta.
