El enfado, tanto en niños como en adultos, es una emoción totalmente normal, necesaria como cualquier otra y por tanto, cuando aparece, debe ser validada y entendida como tal.
El problema no es la emoción en sí, sino el cómo nos enfrentamos a ella
El problema entonces, no reside en la emoción en sí misma, sino en la manera que pueden tener los niños (y a veces también nos pasa a los adultos) a la hora de gestionarla.
El primer paso es normalizar y aceptar esta emoción
A mí, personalmente, me gusta mucho usar con ellos el siguiente ejemplo: “el enfado puede ser peligroso porque depende de nosotros que se pueda convertir en una bomba de relojería”.
Antes de empezar con este ejercicio, me gusta normalizar esta emoción y siempre les hago la misma pregunta: “¿Podrías decirme el nombre de alguna persona que no se enfada nunca?” Ante esto que les planteo, puedo aseguraos que de momento no he recibido un nombre por respuesta.
“Desactivar la bomba” no significa dejar de expresar cómo nos sentimos
Después de reflexionar sobre ello, les explico que para que durante el tiempo que estén enfadados no “arrasen” con aquello que les rodea, es necesario “desactivar la bomba”, pero…
¿Cómo lo hacemos?
Esto, nada tiene que ver con no expresar lo que sentimos, sino hacerlo de tal manera que no implique hacer daño a los demás (exteriorizando impulsivamente nuestro enfado) ni tampoco a nosotros mismos (callando aquello que nos ha hecho estar molestos).
Entonces, para evitar una explosión, deberemos expresar de forma correcta y asertiva cómo nos sentimos; una de las mejores formas podría ser diciendo…” yo me siento molesto/enfadado porque no me gusta que me cojan las cosas sin permiso”.
¿Cómo podemos saber si lo hemos hecho adecuadamente?
El expresar lo que sentimos cuando no tenemos práctica, es análogo al proceso de aprender a ir en bicicleta; no podemos esperar hacer las cosas perfectas cuando todavía estamos aprendiendo.
Por este motivo, para que los peques tengan una guía de si se están enfrentando al enfado de forma correcta, estas son algunas de las preguntas que pueden orientarlos en su aprendizaje:
- ¿Por qué me he enfadado?
- ¿Qué he pensado?
- ¿Cómo me siento?
- ¿Qué hago en esta situación?
- ¿Perjudico a los demás?
- ¿Me hago daño a mí mismo?
- ¿Cómo me siento después de actuar?
Los cuentos como herramienta
Los cuentos, como he mencionado en ocasiones anteriores, también pueden servirnos de herramienta ( a mi parecer fundamental por todos los beneficios que conllevan).
Existen muchos libros cuyo objetivo es la gestión de esta emoción, aquí os dejo alguna portada que puede seros de ayuda.
Incluir a los animales
Incluir a los animales entre las técnicas, puede sernos también muy útil porque, entre otros motivos, la temática animal genera una gran curiosidad entre los peques y puede ser muy llamativa a la hora de captar su atención.
Además, se trata de una dinámica que puede sernos de gran ayuda para trabajar tanto a nivel grupal como individual, y no solamente nos hace conscientes de las diferentes maneras de actuar cuando estamos enfadados, sino de las consecuencias que podemos establecer directamente de cada forma de comportarnos.
¿Cómo se enfadan el león, la tortuga o el búho? ¿Qué cosas consigue cada animal según su enfado?
Estas dinámicas podemos utilizarlas con peques que tengan cierta edad para que puedan comprender los conceptos de los que os he hablado. Si bien es cierto que dependerá mucho de la madurez del peque, yo suelo trabajar con ellos estas actividades a partir de los 6 años, no obstante se puede empezar antes si se da el caso.
De todas maneras, las rabietas, cómo entenderlas y gestionarlas, es un post que escribimos hace un tiempo, que os ayudará y os dará información extra sobre este tema!