La importancia de trabajar las emociones

Vivimos en una sociedad tecnológica, en la que cada vez es más importante “hacer como que la felicidad debería de ser un estado permanente”. Al menos, es lo que se nos transmite a través de las redes sociales.

Nadie llora, grita o patalea ante una foto pública, sino todo lo contrario; nos preocupamos por dejar ver única y exclusivamente la mejor versión de nosotros mismos.

Todo este contexto, unido a la educación que en algún momento hemos recibido (por desconocimiento de quién nos guiaba en ese camino) han contribuido a fomentar el pensamiento de que existen emociones positivas y emociones negativas, que no deberíamos sentir- ni mucho menos expresar- por temor al qué dirán. 

No obstante, las consecuencias de esta forma de ver y tratar este tema son, por una parte, que si se quedan dentro, nos producen malestar, y, si las exteriorizamos, lo hacemos en forma de estallido hiriendo a los demás y diciendo cosas de las que luego nos arrepentimos.

Las emociones son adaptativas o desadaptativas

Es importante enseñar a los niños que todas las emociones cumplen alguna función, que todas ellas nos ayudan a sobrevivir y, por tanto, que aprendan a normalizarlas. 

Si les transmitimos que hay “emociones buenas y emociones malas”, seguramente optarán por no comunicarnos cómo se sienten, con lo que nos será más difícil ayudarles a resolver sus problemas.

En este punto, es importante que recordemos que los niños aprenden más por lo que ven en nosotros y en nuestras formas de actuar, que por lo que les decimos, con lo que será importante servirles de un buen modelo.

Los celos, el enfado, la envidia, la desilusión… son estados que experimentamos todo ser humano desde nuestra infancia. Entonces… ¿es raro sentir celos por nuestro hermano pequeño, envidia por el juguete de nuestro amigo o miedo ante una situación desconocida? La respuesta es no. 

Si el niño se siente comprendido ante estas situaciones, nos explicará con más confianza qué le sucede y podremos ayudarle a manejar esa emoción – y orientarlo en su correcta gestión y expresión- que puede estar afectándole.

relajacion4

 

El primer paso es entender y respetar la emoción 

Cuando un peque expresa su enfado a través de la violencia (pegando o insultando), en primer lugar, deberemos entender su emoción, para posteriormente corregir su comportamiento (siendo amables y firmes al mismo tiempo); un ejemplo de ello podría ser:  “entiendo que estés enfadado porque tu amigo te ha quitado el juguete con el que estabas divirtiéndote y a nadie nos gusta que nos quiten las cosas cuándo estamos usándolas (conectar con el niño), pero no puedes pegar porque haces daño. Si pegas a tu amigo le haces daño y se pone triste (firmeza).”

 

Diferenciar entre la emoción y la forma de actuar que tenemos 

Una vez el niño esté calmado (porque en estado de ansiedad y enfado ninguno somos capaces de razonar y de atender a explicaciones), podemos ofrecerle alternativas y soluciones a dicho comportamiento (siempre teniendo en cuenta la edad del niño) cada vez que sienta esa emoción; “Cada vez que te sientas enfadado, como nos pasa a todas las personas en algunos momentos, porque el enfado es un sentimiento normal, puedes hablar sobre ello. Yo, por ejemplo, cuando me enfado con papá, suelo decirle: me siento enfadada cuando tú me cortas mientras estoy hablando, ¿podrías dejar de hacerlo?”

Este es tan solo un ejemplo que podemos llevar a la práctica con los niños; existen infinidad de comportamientos sanos ante situaciones desagradables (podemos aprender a irnos del lugar, utilizar el conteo, respirar profundamente…)

daiga-ellaby-699185-unsplash

 

Por tanto, la educación emocional es esencial para que los niños aprendan a reconocer, controlar y gestionar sus afectos, y poder desarrollarse intelectualmente tanto a nivel individual como en sus relaciones personales.

articulo 1

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *