A la hora de escoger un juguete para los más peques de la casa (y más en estas fechas tan señaladas) volvemos a encontrar, año tras año, catálogos, anuncios publicitarios y cajas de envoltorio donde existe una clara diferencia entre los juguetes “que son de niñas” y los “que son de niños”.
Las niñas se visten de princesas, cuidan a un bebé en sus brazos o juegan en una mini-cocina rosa. Los niños, por el contrario, conducen cochecitos, juegan con súper héroes y se divierten con una pelota.
Si el marketing y la sociedad sigue transmitiendo estos valores, ¿ceéis que los niños tienen el poder de decidir con qué prefieren jugar? ¿Creéis que nosotros, como educadores o padres, no estamos condicionados por ese aprendizaje que nos ha afectado mucho antes que a ellos?
Los niños, cuando llegan al mundo, nacen libres de todo prejuicio. A medida que crecen, aprenden valores dictados por la sociedad, los cuales limitan la auténtica capacidad de decisión, su genuina personalidad y la forma en la que deben comportarse según su género.
A día de hoy, sigue siendo un privilegio que tengan la suerte de jugar y vestir con aquello que verdaderamente les gusta; muñecas, coches teledirigidos, bicicletas verdes en vez de rosas, y ropa rosa en vez de azul. Hagamos de ello un derecho y no unos pocos casos puntuales y, como he dicho antes, con suerte, con mucha suerte.
Y, recordemos siempre, que no hay mejor forma de cambiar el mundo que empezando por nuestro entorno más próximo….desde casa.