¿Cuántas veces nos hubiese gustado que en nuestro entorno más cercano, como puede serlo la casa o el colegio, alguien nos hubiese dicho: “¡Venga, que tú puedes hacerlo!”?
Porque estas simples palabras repetidas muchas veces a un niño a lo largo de su infancia, son importantes y por tanto, se suman, a todo aquello que podemos hacer para que desarrolle su autonomía con respecto al adulto.
Entonces…¿Cómo podemos brindar al niño la oportunidad de valerse por sí mismo?
La importancia del lenguaje
Existen muchas formas de ayudar a los niños a ser independientes y confiar en sus propias capacidades.
En anteriores artículos hemos mencionado el efecto que tienen nuestras palabras y nuestra manera de afrontar los problemas que se nos presentan. Si usamos un lenguaje positivo (“podré con ello, me siento capaz, aunque no me salga a la primera no perderé la paciencia…”) y vemos los obstáculos como oportunidades de aprendizaje, estaremos dando al niño un modelo de afrontamiento resolutivo y capacitado.
La constancia en hábitos y rutinas
Existen tareas del día a día que los peques son capaces de hacer por sí mismos y en las que no deberíamos interferir como adultos, a no ser que nos pidan ayuda. Obligaciones como el aseo y la higiene, el vestirse, la alimentación y el cuidado de sí mismos y de sus pertenencias les hará sentirse capaces, sentir que pueden hacerlo y será una fuente de amor propio que alimentará sus ganas de generar nuevos y más complejos aprendizajes.
¿Qué pasos podemos seguir como adultos para guiar a los niños en su independencia?
- Dejarles hacer solos las cosas y presentarles nuevos retos que les supongan mayor dificultad y mayor esfuerzo. El niño pide su independencia al adulto transmitiéndole un “yo solo” porque necesita sentir que puede hacerlo y que es una persona diferente al adulto.
- Si les permitimos elegir entre alternativas (que varían en función de la edad) en vez de imponer nuestros criterio, estaremos otorgándoles responsabilidades y, además, serán capaces de darse cuenta antes de las consecuencias de sus decisiones.
- Protegerlos en exceso de fracasos que no suponen un peligro les restará oportunidades de aprendizaje. Dejar que se equivoquen, que caigan y se levanten de nuevo, a nosotros como adultos, de vez en cuando nos hará sufrir. No obstante, para ellos será una puerta a nuevos conocimientos y experiencias que necesitan vivir en primera persona.
- Si solucionamos todas sus dudas en vez de enseñarles a buscar a través de diferentes fuentes, les privaremos de fomentar un pensamiento crítico. Preguntas como: “¿qué es lo que piensas tú?, ¿crees que buscar en….podría ayudarnos con esta duda?, esto que me planteas es muy interesante…quizás preguntando en…nos pueden ayudar”, les proporcionan más recursos a la hora de resolver conflictos y alientan su curiosidad y capacidad de razonamiento.
No olvidemos la importancia de la anticipación, la cual les proporcionará la seguridad necesaria que requieren de su entorno, de sus personas allegadas y, en definitiva, del mundo en el que se mueven.